Intento de comprensión de una de las manifestaciones de la violencia engendrada por sistemas políticos represivos, el tenso diálogo entre víctima y verdugo que se desarrolla en una sala de interrogatorios y que constituye la materia literaria de PEDRO Y EL CAPITÁN (1979) es «una indagación dramática en la psicología de un torturador» a la que una objetividad rigurosa aleja del maniqueísmo. «Esta pieza dramática -advierte Mario Benedetti en el prólogo- no escenifica el enfrentamiento de un monstruo y un santo [...]. La distancia entre uno y otro es, sobre todo, ideológica; y es quizá ahí donde reside la clave de otras diferencias, que abarcan la moral, el ánimo, la sensibilidad ante el dolor humano, el complejo trayecto que media entre el coraje y la cobardía, la poca o mucha capacidad de sacrificio, la brecha entre traición y libertad.»