En 1950 Picasso y Sabartés discuten sobre arte. En la conversación Picasso hace una afirmación premonitoria: "Si uno se pusiera a copiar Las Meninas, de toda buena fe, pongamos por caso, al llegar a cierto punto y si el que copiase fuese yo, me diría: '¿Qué tal sería poner a ésa un poquitín más a la derecha o a la izquierda?' Y probaría a hacerlo a mi manera, olvidando a Velázquez. La prueba me llevaría de seguro a modificar la luz o a cambiarla, con motivo de haber cambiado de lugar a un personaje. Así, poquito a poco, iría pintando unas Meninas que parecerían detestables al copista de oficio; no serían las que él creería haber visto en la tela de Velázquez, pero serían 'mis' Meninas". Siete años más tarde nacerán unas nuevas Meninas, Las Meninas de Picasso, una libre interpretación que transforma radicalmente el lenguaje estético de la obra velazqueña.