Doménikos Theotokópoulos, El Greco (1541-1621) se forma a través de su paso por tres centros artísticos: Creta,Venecia y Roma. Pero, aunque recibe la lección de los grandes artistas italianos del siglo XVI, su altivez le lleva a afirmar que Miguel Ángel «era un buen hombre que no supo pintar», cuyo Juicio Final podría deshacerse para encargarse él de volver a pintarlo «con honestidad y decencia y no inferior en calidad de pintura». Personalidad difícil para sus contemporáneos, en 1577 se traslada a España y fija su residencia en Toledo. Capaz de ser un eficaz realista, la propensión a idealizar le llevó a adoptar una serie de procedimientos personales: alargamiento del canon de la figura, adelgazamiento de los rostros, deformaciones de los escorzos, ritmos llameantes y una invención constante en el empleo del color como nadie en su época se atrevió a poner en práctica. El Greco supo despertar el interés de su tiempo y penetrar en el sentimiento místico de la España de Felipe II. El profesor Santiago Alcolea i Gil nos describe en este libro, ampliamente ilustrado, los aspectos más sobresalientes de la vida y la obra de este artista, figura cumbre del arte pictórico europeo.