La representación de seres que sufren algún tipo de malestar, agresión, carencia física, sensorial o mental, constituye un motivo iconográfico que, en todas las épocas, está rodeado de significados complejos. En el periodo que abarca desde la Ilustración hasta la eclosión de las vanguardias, la discapacidad se revela como un elemento expresivo de primer orden, frente al extendido tópico de la belleza ideal. Consciente de la importancia que este argumento ha cobrado en el arte moderno, el autor plantea el trabajo como una búsqueda de las raíces que conducen a un cambio de sensibilidad, hasta terminar por reconocer la imperfección como una forma de belleza. En el análisis de las imágenes converge un punto de vista narrativo, derivado del papel del discapacitado como personaje reconocible en un relato, y otro de índole estrictamente representativo, en tanto que su identificación exige, sobre todo en algunos casos, la utilización de curiosas convenciones visuales.