El viaje transforma la imagen física que el hombre tiene del mundo. Pero transforma también su sensación psicológica. De pronto, se convierten en realidad espacios que ni siquiera habían sido intuidos y se materializan otros que habían sido olvidados o silenciados. “El nudo y la esfera” se sumerge en la importancia del encuentro entre pueblos y culturas, y en el aprendizaje de la realidad que supusieron los contactos etnográficos, con Oriente, África y América, de los navegantes portugueses en los siglos XV y XVI. La figura del viajero, que parte de Occidente con su mundo a cuestas y regresa con una nueva visión de la realidad—desde el caballero medieval al explorador, al comerciante, al aventurero y al descubridor, hasta llegar al conquistador político y religioso—, demuestra el diálogo necesario con el pasado, con el otro, con lo nuevo; y a la vez, permite asomarse a los cambios culturales que la nueva escenografía geográfica provocó: la lectura de un mundo nuevo y el constante esfuerzo del pensamiento occidental para aprenderlo.