En El sendero del Zen, el maestro habla del Zen como posible puente para la reconciliación entre Oriente y Occidente, entre ciencia y religión. La mera lectura de El sendero del Zen es además una forma de meditación en sí: al deshacerse del "saber" acumulado a lo largo de una vida, y soltar las tensiones físicas, mentales y emocionales, uno se relaja en el flujo de un extraordinario discurso y se torna receptivo al momento presente y al potencial implícito.