Tras dos siglos de existencia, el mundo de los cócteles atraviesa en la actualidad un período de transición. Lleva unos diez años desarrollándose un nuevo repertorio de recetas en paralelo con los grandes y reputados clásicos de la historia del cóctel. Esta evolución se inició con la aparición de productos y utensilios inéditos: hoy día, los bármanes disponen, por ejemplo, de una multitud de licores y vodkas aromatizados, así como del colador para pulpa, cuya utilización se difundió para la realización de cócteles a base de frutas frescas. Pero la última innovación en lo tocante a la mezcla de bebidas aparece con la «mixología molecular», que consiste en utilizar nuevos ingredientes hasta ahora desconocidos en el mundo del bar, como los gelificantes o los aditivos alimentarios naturales, para obtener texturas originales y presentaciones visualmente sorprendentes.
En vez de presentar una clasificación tradicional de recetas en función de los ingredientes básicos, alcohol o zumos de frutas, que entran en la composición, he optado por un enfoque hasta ahora inédito y me he centrado en las características particulares en cuanto a gusto, sabor y textura de los cócteles.