La historia del ajo como medicamento es casi tan antigua como la humanidad, pues forma parte de acervo medicinal de las grandes culturas antiguas. Chinos, indios, egipcios, griegos y romanos conocieron, consumieron y utilizaron con éxito esta interesante planta olorosa, tanto para curar como para prevenir enfermedades. A diferencia de otras plantas, los efectos fisiológicos que le atribuye la medicina popular han sido corroborados posteriormente en la mayoría de los estudios de carácter científico. El ajo es un poderoso antibiótico natural y un gran benefactor del corazón.
Normaliza la tensión sanguínea, combate el exceso de colesterol, previene la arteriosclerosis, activa la digestión, beneficia el sistema respiratorio, favorece la inmunidad y es además muy eficaz ante el reumatismo.