Toda conducta se produce siempre en función de un contexto y una actitud concretas. La actitud es el factor afectivo-emocional que modula la conducta y la transforma en la singular actuación de cada uno de nosotros ante una situación determinada. La conducta y la actitud, sumadas a las actuaciones, hacen aflorar un rasgo fundamental del sujeto: su esencial inestabilidad, el hecho de estar en un proceso constante de construcción y deconstrucción con el que se adapta a cada contexto.
Esta oscilación entre la versatilidad de la conducta humana y la necesidad de conquistarse una identidad reconocible permite al eminente psiquiatra carlos castilla del pino explorar el complejo entramado de actitudes y formas de conducta tipificadas: por ejemplo la envidia, la suspicacia, el odio, la obscenidad, la ironía o la extravagancia, las cuales nos ayudan a enfrentarnos al mundo y a presentarnos como sujetos en diferentes situaciones. Y si la psicología reconoce la mutua interacción entre los aspectos cognitivos y emocionales que nos caracterizan, la antropología (en la estela de autores como Cassirer, Simmel, Weber, Dilthey o Jaspers) nos descubre por su parte al actor y personaje que somos y que construimos en nuestras interacciones sociales.