Transcurridos casi un centenar de años desde los trabajos de los pioneros de la disciplina, incluyendo los antropólogos coloniales, los anglosajones y, en las últimas décadas, los autóctonos, el Mediterráneo es visto como una zona de frontera, no sólo en el sentido político y geográfico, sino también desde la perspectiva de la invención de la tradición. Pero también es un laboratorio de larga duración en que los diferentes pueblos y civilizaciones han compartido y adaptado sus creencias y sistemas participativos de solidaridad. Pensar en nuestra tradición y en sus elementos múltiples permite relativizar ciertas visiones y huir del determinismo cultural. Si las fronteras políticas y religiosas parecen rígidas, las prácticas (familiares, rituales y asociativas) componen unas pasarelas que nos ayudan a reconocer aspectos culturales compartidos.
Maria-Àngels Roque, historiadora y antropóloga, es directora de Estudios de Culturas Mediterráneas y directora de la revista Quaderns de la Mediterránia del Institut Europeu de la Mediterrània (IEMed).