Este libro habla del daño que algunos padres y madres separados hacen a sus hijos al no superar su divorcio. Se trata de situaciones en las que el hijo se convierte en moneda de cambio y por lo tanto sufre heridas morales y psicológicas que dejan importantes secuelas en su personalidad. En muchos de estos casos el hijo llega a decirle al progenitor alejado que no quiere verle más porque le han hecho creer que es el culpable de toda la situación y sufrimiento.
Mi hijo no quiere verme, ¿está siendo manipulado por mi ex pareja? ¿Cómo puedo saberlo? ¿Qué debo hacer? ¿Puede afectar esto en su desarrollo como persona? ¿Cómo hago para demostrarle que le quiero por encima de todo? Un divorcio siempre es una experiencia traumática para la pareja que lo vive, pero también es una durísima experiencia para los hijos. Los niños víctimas de divorcios conflictivos pueden tener secuelas emocionales que les afecten en su vida adulta. Los niños saben en quién pueden confiar. Tal vez no se den cuenta de inmediato tras el divorcio de los padres que ahora pelean por él o ella, pero a largo plazo preferirán estar con aquél que les respete, que no les hable mal de las personas a las que ama. Tal vez este "darse cuenta" no es inmediato, pero siempre llega, simplemente porque hay un momento en que los hijos devuelven lo que se les da. Probablemente el error más grave de la sociedad actual sea pedirles a los niños tolerancia con los adultos, en lugar de respeto. Se les está pidiendo resistencia, en lugar de dejar que se desarrollen, en lugar de proporcionarles expectativas acordes a su imaginación, a sus deseos, a su curiosidad… El bienestar de los hijos debe estar por encima de todo.