Se suele considerar la represión como una consecuencia de la Guerra Civil y de la violencia engendrada por el conflicto en uno y otro bando. Pero Santiago Vega Sombría nos ofrece ahora una nueva y muy distinta perspectiva, a partir de un análisis global del papel que la represión tuvo como un elemento esencial del estado y del sistema político franquista.
No se trata tan solo de las muertes, esto es de las ejecuciones y los asesinatos que desde julio de 1936 hasta septiembre de 1975 cumplieron con la función de paralizar cualquier oposición por el terror, sino de estudiar en su conjunto las diversas formas en que se instrumentó una política del miedo encaminada a asegurar la sumisión: las cárceles, la expropiación de bienes, las depuraciones y las diversas formas de coacción: desde las palizas o el aceite de ricino o la humillación, incluyendo las formas reservadas específicamente a las mujeres, hasta la violencia simbólica que se ejercía en la escuela, en la iglesia o en la propia calle.