Herejes, juglares, pobres diablos, transgresores a su pesar pero también santas y ángeles: son los personajes que habitan los relatos de Dario Fo, voces fuera del coro, que componen el entramado de «otra» historia. Hereje será declarada Mainfreda, de la familia Visconti de Milán, que en el siglo XIII recogió la herencia de una mujer y de un ángel gigantesco. No ya hereje, pero sí transgresora en nombre del amor, es Eloísa, cuando recluida en Argenteuil relata su relación con Abelardo, sus locos estudios y su loca pasión, y el terrible castigo que recaerá sobre él.
Transgresores y provocadores fueron sin duda los autores cómicos de la antigua Grecia, de Aristófanes a Luciano de Samotracia, y es en sus textos, y no en los de la historia oficial – y oficialmente depurada – donde Fo rastrea la verdad de la civilización clásica a la que de otro modo no podríamos acceder: palabras de un teatro lejano que nos sigue hablando de tiranía y de falsa democracia, de su mixtificación y de nuestra ceguera.
Y transgresores, por azar o por vocación, son todos los protagonistas de estas historias, capaces de grandes gestos y de risotadas incontenibles, como el «comunista utópico» Ku o la domadora de leones y su marido Alan: historias desde la Historia que Dario Fo narra y recrea con su voz única.