"Había en Constantinopla una colonia intérlope de renegados que vendían a la Europa cristiana noticias más o menos exactas del mundo oriental." Cuando, el 29 de marzo de 1929, el joven Fernand Braudel empieza a elaborar archivos a partir de sus primeras investigaciones, de las que se han extraído estas líneas, no sabe todavía que el Mediterráneo ocupará su atención durante casi treinta años: además de su tesis, que se convertirá en un clásico, le consagrará los numerosos escritos --artículos, conferencias, reseñas, prefacios-- que componen esta obra.
Naturalmente, estos textos tratan en primer lugar de África del Norte, donde imparte clases hasta 1932. Luego toman el relevo España, en particular la de Carlos V y Felipe II, e Italia, la de Venecia, Génova y Florencia en los siglos XVI y XVII, países que seguirán siendo objeto de su interés durante toda su vida. Y se trata de escritos largamente madurados y varias veces reelaborados, como era costumbre en el autor, que no sólo presentan colectivamente un agradable aroma familiar, materializado en constantes remisiones de uno a otro, sino que además son perfecto ejemplo de los métodos de Braudel: dar más importancia a las referencias concretas que a las grandes "teorías" o "metodologías". De esta manera, el libro acaba evidenciando menos la multiplicidad y la diversidad del historiador Braudel que la continuidad de un pensamiento siempre ávido de nuevas investigaciones, por muy alejadas que se encontraran, en principio, de sus propósitos.