Esta obra se propone abordar una de las cuestiones más candentes del momento actual: las transmisiones pedagógicas en una sociedad cuyas estructuras de acogida (familia, ciudad, religión) están sufriendo profundas transformaciones. El autor entiende la práctica pedagógica como un conjunto de transmisiones cuya finalidad consiste en que los educandos sean capaces de dominar la contingencia (mal, beligerancia, muerte) que jamás deja de hacer acto de presencia en la existencia humana. La obra se articula en torno al análisis crítico de una serie de conceptos como, por ejemplo, "tradición" o "aprendizaje", que son los que permiten una adecuada fundamentación antropológica de la praxis pedagógica. De esta manera, se persigue establecer el marco teórico-práctico de la acción pedagógica en este fin de siglo. Repetidamente, el autor pone de manifiesto los estrechos vínculos que deberían establecerse entre pedagogía y activa promoción del ser humano como el parlante por excelencia. Eso significa que se concede una especial importancia pedagógica y antropológica al lenguaje como medio imprescindible para una adecuada edificación (formación) del ser humano. En toda la exposición subyace la idea directriz de que el lenguaje humano, como el propio hombre, es polifacético. Sólo una comprensión polifónica de la capacidad parlante del hombre --y, en consecuencia, de los aprendizajes
que le son inherentes-- permitirá un diseño antropológicamente correcto de la pedagogía.