España, que se ha caracterizado por ser un país de emigrantes, es hoy el vértice hacia el que confluyen corrientes migratorias provenientes de América Latina y de África (especialmente del Magreb). En el año 2001 España acogió a uno de cada cinco inmigrantes venidos de fuera de la Unión Europea. Este hecho ha producido una situación nueva en una sociedad insuficientemente preparada para asumir lo que muchos perciben como una descompensación entre nosotros y los otros, potencialmente generadora de conflictos. Especialmente cuando se trata de los inmigrantes de cultura islámica.
El autor combate la presunción de que sea la presencia de los inmigrantes la que origina las corrientes xenófobas y racistas. Antes bien, sostiene que el racismo y la xenofobia, siempre latentes en nuestra sociedad, han encontrado en la creciente población extranjera la ocasión de manifestarse, lo que supone un desafío para el Estado de derecho al tiempo que pone a prueba el alcance y contenido del concepto de tolerancia.
En España ante el desafío multicultural se cuestiona la idea de que las culturas sean universos cerrados y de que estén dirigidas a una inevitable confrontación. El libro es una reivindicación de la política como espacio de decisión, el territorio de la razón práctica, susceptible de intervenir para asegurar la vigencia de los derechos fundamentales en el orden interno, y también en las relaciones internacionales, sin incurrir en la concepción maniquea que consiste en designar los lugares en los que radican el Bien y el Mal, ni caer en la tentación de construir una "fortaleza europea" pretendidamente inmune a la emergencia del otro.