¿Merecen los animales, aun en su condición de seres irracionales, el respeto y la consideración de los humanos? ¿Representa para el hombre una obligación moral tratar de esquivar su aparente «superioridad» y compartir limpiamente con ellos el fenómeno de la vida? ¿Hasta qué punto resulta ético o justo «estrujar» tal superioridad y convertir a los animales en meros objetos a nuestro servicio? ¿Son, en fin, dignos de atención -y con independencia de su penuria intelectual o cognoscitiva- los sufrimientos que infligimos a estos seres?
Este trabajo trata de responder a estas preguntas, y para ello se apoya en dos herramientas que el autor de este libro considera indisolubles: razonamiento y compasión. Poca cosa -muy poca, en verdad- serían la una sin la otra, pero no obstante, y unidas en un mismo elemento, representan sin duda el atributo más puro y precioso que la Naturaleza haya puesto en nuestras manos.
Con todo, y en razón precisamente del «despilfarro» de este don (lo que hoy día ocurre en España es por desgracia un buen ejemplo de ello) la lectura de este libro no sólo ha de resultar áspera, triste y dolorosa, sino también cruel, feroz, truculenta: insoportable, en ocasiones, lo que no es impedimento en cambio para que al mismo tiempo, y sorprendentemente, también pueda vislumbrarse entre sus páginas un punto de extrema dulzura y delicadeza. Dicho de otro modo: que incluso los sucesos más amargos y desapacibles ?y por cierto que un extraño chirrido recorre el alma al asumirlo- también pueden convertirse en poesía