Joseph Roth murió en París el 27 de mayo de 1939. Casi cuatro décadas más tarde, en el archivo de la editorial Kiepenhauer de Berlín, aparecieron dos carpetas con su nombre, donde se encontraron, entre otros documentos, dos fragmentos en prosa, fechados en 1929: uno sin título, inédito, que Friedemann Berger publicaría con el de Perlefter. La historia de un burgués, y otro, que ya se conocía por una copia mecanografiada de otra procedencia, al que el propio Roth llamaría Fresas.
Relegados al olvido durante mucho tiempo por fin el lector puede disfrutar de ellos en estas páginas. Ambos textos son testimonio de la crisis de una época tan compleja y, sobre todo, tan cargada de incertidumbre, como la que vivió la Europa de entreguerras.
Mientras que Perlefter es la historia de un judío austriaco que ha creído en la emancipación y ha abandonado sus raíces en nombre de la vida nueva que promete Occidente, Fresas, en compensación, refleja la nostalgia por el mundo abandonado y la búsqueda de identidad en los valores tradicionales. Las pequeñas escenas que integran ambos fragmentos evidencian cómo en un momento en que la novela se ha desarrollado como género hipertrófico, Roth vuelve a privilegiar la narración de las historias cotidianas.
La calidad literaria de estas páginas está fuera de toda duda, la fuerza plástica de los ambientes y tipos humanos que recrea es la del costumbrismo del mejor Roth.