La constitución del trabajo asalariado oculta algunos enigmas históricos de envergadura. Con la generalización del trabajo asalariado, el capitalismo se presenta, en comparación con los sistemas que le precedieran, como portador de libertad. Sin embargo, consagra una dependencia en el plano económico, por más que ésta se opere entre personas jurídicamente «libres». La tensión entre capitalismo y democracia se manifiesta desde la acumulación primitiva y reaparece sin cesar. Históricamente, el trabajo asalariado libre no es, por lo demás, sino la punta visible del iceberg del trabajo dependiente. La esclavitud de las plantaciones, la segunda servidumbre, el trabajo bajo contrato de los migrantes, el trabajo forzado colonial o en campos de concentración, son anomalías recurrentes y duraderas. ¿No reclamó acaso el movimiento obrero en sus estatutos la abolición de la esclavitud del trabajo asalariado? ¿Cómo puede explicarse que el desarrollo del capitalismo opere al mismo tiempo en favor de la construcción del contrato «normal» y de los dispositivos contrarios del esclavismo? Este libro propone una respuesta: la búsqueda del control de la fuga de los siervos, de los esclavos, de los engagés y de los pobres representa el principal elemento que determinara el nacimiento del mercado de trabajo. La fuga de los trabajadores es el dinamismo de la creación y la destrucción de las instituciones del mercado de trabajo, pero también el de la competencia capitalista y de la acumulación. La ruptura unilateral de la relación laboral ha de ser explorada si queremos comprender los verdaderos sujetos colectivos de la historia, así como de la economía, y reintegrar la historia de los siglos XVI-XVIII en la historia global del capitalismo y de la economía mundo.