Desde hace ya tiempo, se considera que no existe relación alguna entre la ciencia y la religión, por tratarse de dominios paralelos. De hecho, una buena parte de los científicos piensa que no puede encontrarse en el Universo prueba alguna de que exista un Creador, ni tampoco vida más allá de la muerte. Por tanto, resulta sorprendente oír de boca de un prestigioso físico que puede deducirse la existencia de Dios y de la vida eterna siguiendo los métodos más avanzados de la física actual, junto con la lógica más rigurosa. La física de la inmortalidad ha causado un gran revuelo en los ambientes científicos porque a la audacia de sus planteamientos le sigue una brillante argumentación sólidamente construida. Algunos de sus colegas han rebatido ciertos puntos, pero ninguno ha podido negar la genialidad de los planteamientos de Frank J. Tipler. La claridad pedagógica con la que el autor expone sus razonamientos explica que la obra haya podido traspasar el ámbito especializado e interesar a una gran variedad de lectores, intrigados por averiguar cómo un científico ateo sin ninguna inquietud teológica, al intentar construir un modelo matemático sobre el fin del Universo, llega a la asombrosa conclusión de que existe un Ser Supremo.