Éste es el primer libro que escribió María Zambrano, y en el que - desde la coyuntura crítica de 1930 en que apareció - se plantean ya cuatro cuestiones decisivas para el desarrollo de su pensamiento: De una parte, la constatación de la crisis de la cultura occidental y las conexiones que con ella ofrece la crisis política del liberalismo, a la que Zambrano da cauce mediante un "Nuevo liberalismo" socializante. En segundo lugar, la aparición de un método interrogador que busca el envés de las ideas, y que ya aquí ofrece gérmenes muy originales de lo que será el mayor logro de esta autora: la indagación de la tragedia que recorre y sobrepasa a la historia mediante una "razón poética". En tercer lugar, marca el inicio de lo que será ya una constante de la escritura zambraniana: el imbricado diálogo entre una crítica cultural y política de Occidente, y planteamientos más puramente especulativos y poéticos. En cuarto lugar, todo ello suscita ya aquí tanto la asunción de los maestros primeros de Zambrano - Unamuno, Blas Zambrano, Machado y Ortega - y las herencias intelectuales por ellos transmitidas - Nietzsche, Simmel, Bergson, Spranger o Spengler -, como las vías por las que se adentrará en propuestas enteramente originales, y en la cuestión política, especialmente disímiles tanto de Unamuno como de Ortega.
El estudio preliminar de Jesús Moreno Sanz pone de relieve éstos y otros aspectos contextualizadores, entre los que destaca la conexión que establece entre Tragedia e Historia, la patentización del compromiso político de Zambrano, así como la relevancia - hasta ahora prácticamente inexplorada, u ocultada -que éste tuvo en "aquél tiempo feliz de 1930".