El giro lingüístico que se ha consolidado en la práctica filosófica de este siglo posee innegables ventajas frente al paradigma anterior de la filosofía de la conciencia. Sin embargo, también parece haber traído consigo, inevitablemente, un tipo de relativismo o idealismo lingüístico que amenaza con eliminar toda pretensión universalista, tradicionalmente ligada a la filosofía. Lenguaje y apertura del mundo intenta averiguar hasta qué punto dichas consecuencias relativistas se siguen del propio giro lingüístico o si se deben, más bien, a supuestos incuestionados (pero cuestionables) de los planteamientos artífices de ese giro que tendrían que ser revisados. Para defender esta segunda alternativa Cristina Lafont lleva a cabo un análisis detallado de la concepción del lenguaje de Heidegger, de la que esas consecuencias se extraen con la máxima radicalidad, y revisa críticamente las teorías del significado, de la referencia y de la verdad subyacentes a tal concepción. Si bien el lenguaje nos abre infinitas posibilidades de interpretar el mundo gracias a su función de predicación, también nos obliga a hacerlas dependientes de la experiencia con aquello de lo que hablamos gracias a su función de designación. Es el propio lenguaje, pues, el que nos permite aprender y revisar nuestras creencias y no el que nos lo impide.