Enfrentados desde hace varios lustros, el psicoanálisis y las neurociencias han reclamado cada uno para sí los mejores títulos cuando se intenta proponer una explicación de la conducta humana. Para el primero, las neurociencias son mecanicistas, estáticas y reduccionistas, y en su pretensión de fundar una explicación científica de carácter universal desdeñan la subjetividad y la historia personal; los neurocientíficos, por su parte, reprochan al psicoanálisis su precario andamiaje científico y, en lo más áspero de la confrontación, no vacilan en calificarlo de mitología.
Aportes recientes de la neurobiología muestran, empero, cómo la plasticidad de la red neuronal permite la inscripción de la experiencia, de modo tal que los elementos más finos del proceso de transferencia de información entre las neuronas -las sinapsis- sufren una remodelación permanente en función de la experiencia vivida: los mecanismos de plasticidad operan a lo largo de la vida del individuo y determinan de manera significativa su devenir.
Escrita en colaboración por un psicoanalista y un neurocientífico, esta obra muestra cómo la cuestión de la huella, eje del fenómeno de la plasticidad, se sitúa claramente en la intersección entre neurociencias y psicoanálisis, lo que permite poner en serie huella sináptica, huella psíquica y significante. Así, los conceptos psicoanalíticos de inconsciente y de pulsión adquieren una resonancia biológica, y se revelan como fundamentales para el psicoanálisis y para las neurociencias, abriendo una vía de colaboración de consecuencias impensables entre dos disciplinas que hasta hace poco parecían incompatibles.