«Uno de los fenómenos socio-religiosos más transcendentales para la historia de Navarra y de la Europa occidental en la Edad Media fueron las peregrinaciones, y, entre ellas, la de Santiago de Compostela. La magnitud del flujo de gentes de toda la Cristiandad por los caminos de Navarra dejó huellas profundas en la configuración social del país, en la economía, en el arte, en las concepciones religiosas, en las prácticas cotidianas e incluso en la lengua.
Toda Navarra fue ruta de peregrinos, camino francés. De norte a sur, de oriente a poniente. Unas arterias principales conducían riadas de fe y esperanza hacia el corazón de Compostela. Eran las calzadas de San Juan de Pie del Puerto Ciséreo, por Roncesvalles y Esteribar hasta Puente la Reina, y la que, viniendo del Somport aragonés por Jaca, entraba por Yesa al abrigo de la serranía de Leire, para llegar a Obanos y Puente por Monreal. Los caminos unificados, las gentes hermanadas en la andadura, continuaban por el valle de Mañeru a Estella y luego a Logroño y Nájera, con la mirada puesta en la galaxia, guía de millares de caminantes hacia el sepulcro de Santiago.
Pero junto a estas calzadas axiales, el valle de Baztan y la Ultzama, la Barranca del Arakil y Tudela, San Martín de Unx y Artajona, los rincones de Codés y Lapoblación, fueron testigos del paso de romeros penitentes cantando sus rezos hacia el Finisterre.»
J. M. J. J.