La apertura de los archivos de los bancos centrales, sobre todo de Francia y de Inglaterra, además del
material desclasificado sobre la Segunda Guerra Mundial en los archivos nacionales de Washington y de otros documentos
de los archivos militares soviéticos y del Partido Comunista, permitieron a Martín Aceña seguir la sinuosa pista de
setecientas toneladas en lingotes de oro y monedas que se vendieron en París y en Moscú durante la Guerra Civil
española. En la primera parte del libro, el autor nos muestra cómo las autoridades de la Segunda República utilizaron
las reservas de oro depositadas en el Banco de España para financiar la compra de armamento y materias primas. En la
segunda parte del libro, nos traslada a la Segunda Guerra Mundial: las autoridades del nuevo Estado, sin reservas de
oro ni divisas, y con un país destruido y hambriento, aprovecharon para reponer una parte de las reservas perdidas.
España compró entonces oro alemán procedente del expolio que el Tercer Reich había llevado a cabo en los países
ocupados. Y en la tercera parte del libro, asistimos al último avatar del oro, el enfrentamiento con Estados Unidos y
sus aliados, que consideraban ilegales aquellas compras y exigieron su devolución. Tras prolongadas negociaciones entre
las autoridades españolas y los aliados, se restituyó una cantidad simbólica del oro adquirido. Pero en la década de
1950 el oro comprado a Berlín terminó en manos de bancos norteamericanos, en garantía de los créditos que estos
concedieron a la dictadura. Finalmente el oro que Negrín envió a Moscú se quedó en Rusia, y el oro que compró Franco y
envió a Nueva York se quedó en la Reserva Federal.