En este libro, y a diferencia de la tesis sostenida por Ferran Soldevila y Pierre Vilar, que ha sido seguida por otros muchos historiadores, se interpreta y se documenta que el sentido político que define centralmente, por parte catalana, los choques de 1640 y 1705 son esencialmente el mismo: tratar de asegurar la integridad y la continuidad del régimen de autogobierno propio en el marco de un modelo de estado de tipo constitucionalista. La incardinación en el juego de la política internacional europea sería en el 1640 para intentar frenar las acometidas del reformismo absolutista de Olivares, y en el 1705 para procurar recuperar el terreno perdido en el autogobierno de acá 1652. En este sentido la apuesta catalana de 1705 tendría un horizonte «soberanista catalán» y el objetivo sería afianzar las libertades del sistema pactista. A partir de aquí se podía construir un marco político e institucional propio que fuera capaz de dar salida a las energías y al dinamismo de una economía en expansión
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