Dos décadas después de finalizada la Guerra Fría, el fantasma del Comunismo ha renacido en el territorio de los vencedores, siempre preparados para cavar su tumba, pero no para lidiar con su vida de ultratumba. De esta ironía trata El comunista manifiesto. Y de cómo la cultura occidental ha acabado reciclando, en una mezcla de fascinación y venganza, la iconografía del Imperio desplomado. Entre la caída de un PC (Partido Comunista) y la expansión de otro PC (Personal Computer) tiene lugar este regreso, perceptible en las múltiples variaciones del Manifiesto comunista o en el uso del Este como gran plató de Hollywood, en la Ostalgia berlinesa o en la puesta en solfa de la propiedad como medida absoluta de la vida en Occidente, en un nuevo género cultural que Iván de la Nuez define como Eastern y en la deriva autoritaria de un estalinismo de Mercado que se impone en todo el mundo. El comunista manifiesto se interna en el malestar de una cultura que no puede vivir sin su Enemigo y, al mismo tiempo, no puede dejar de temer por el regreso de su fantasma, que se hace cuerpo en las protestas recientes, los movimientos sociales y la crítica a una democracia en declive. En esa circunstancia, el fracaso de la trilogía Libertad-Igualdad-Fraternidad, que sirvió como fundamento de la política occidental, ha dado paso, según Iván de la Nuez, al triángulo crítico que echó abajo el Muro de Berlín –Transparencia-Solidaridad-Reconstrucción–, que hoy se nos presenta como una posibilidad para la transformación de la sociedad, la política y la cultura contemporáneas.