El título del presente volumen, En el principio era la maravilla, alude al «principio de la filosofía», al tiempo de los griegos antiguos, ya que, la filosofía, como indica la propia palabra (philosophia, «amor al saber», derivada de philein, «amar», y sophia, «sabiduría»), es una invención de los griegos. Los demás pueblos de la Antigüedad (chinos, indios, persas, egipcios) tuvieron grandes civilizaciones, grandes culturas y grandes formas de saber, sabiduría o conocimiento; basta pensar en Confucio o Buda. No obstante, ninguna de ellas puede considerarse «filosofía» en el sentido griego del término, puesto que ninguna nace de la maravilla o puro deseo de saber, sino de otras necesidades, deseos y actitudes. Muchas de las grandes preguntas que la filosofía occidental ha seguido planteándose las formularon por primera vez los griegos. No todas, claro está. Por ejemplo, los griegos no se preguntaron cuáles eran, a priori, las condiciones del conocimiento, o qué leyes rigen la historia, o cómo indagar en el subconsciente del hombre y otras cosas por el estilo. Pero las preguntas que plantearon, a excepción de unas pocas (por ejemplo: ¿quiénes son los dioses?), son las mismas con las que se ha seguido enfrentando la filosofía occidental a lo largo de los siglos.