«—Uno se imagina muchas cosas cuando quiere forzar la felicidad. Corinna intentó arrastrarse a sí misma y a otros al otro lado de la frontera, y yo la seguí. Pero, Rainer, créeme: allí no hay nada, y deberíamos aprovechar los años que nos quedan.» Quien así habla es Kippenberger, que, tal como les sucede a Maldini y a Dahlhaus, ve alterado de repente el rumbo de su vida por la presencia—y la ausencia—de esta mujer taciturna, diluida y enigmática que deja tras de sí la inquietud de lo que escapa a la razón. El abatimiento, el desconcierto y la curiosidad son los tres rostros con los que Hartmut Lange ha sabido crear un juego misterioso de perspectivas, una historia sencilla que remansa lo que podría haber sido otra forma, quién sabe si imposible, de felicidad.