La desesperación y el alcohol corren por la garganta de Jorge hasta alcanzar el núcleo reparador, el sosiego. La vida le ha extirpado la voluntad y ya son dieciocho las veces que ha estado ingresado en la unidad de alcohólicos. Entre el reportaje y la ficción novelesca, su día a día—borracheras decadentes, relaciones sentimentales echadas a perder, la amarga compañía del resto de internados—fluye y se transforma de un continuo letargo de ebriedad en una afirmación vitalista. La pregunta «¿por qué no bebes?» encuentra su respuesta en el bálsamo del que Jorge toma sus fuerzas para abandonar la bebida, su «último amor antes de morir».