Con treinta y un años, Wynter Morrison se considera una mujer «florero», dedicada principalmente a colmar los deseos de David, su marido, un ambicioso ejecutivo del mundo de la publicidad. Catas de vino, películas de arte y ensayo, restaurantes de moda, todo es imprescindible para mantener una abultada agenda social e importantes contactos en el mundo de la empresa. Sin embargo, ningún esfuerzo es suficiente para David, quien considera que Wyn ya no está a la altura de las circunstancias. Necesitada de nuevos aires, Wyn abandona la vida elegante de Hancock Park y se traslada a una ciudad del norte, donde pasa incontables horas en una panadería de barrio, bebiendo café y respirando el dulce aroma del pan recién horneado. Pero lo que parece un simple pasatiempo se transforma en una inspiración. Reviviendo su antiguo interés por la elaboración del pan, Wynter acepta un puesto en la panadería sin pensárselo dos veces. Comienza así una nueva vida para ella, un mundo que ha de compartir con el ecléctico grupo de mujeres del local: Linda, la panadera irascible; Diane y su socia Ellen, toda una madraza; y Tyler, la del pelo azul, especialista en preparar cafés. Entre todas consiguen abrirle los ojos a las verdades que la buena vida de Hancock Park le impedía ver, y junto a ellas descubre que la preparación del pan posee un poder curativo asombroso, una energía que se palpa con la punta de los dedos: el pan sube, el dolor remite, el corazón sana y el futuro se anuncia prometedor.