En busca del tiempo perdido es una de las más geniales creaciones literarias del siglo XX. Verdadera suma novelesca de la sociedad francesa anterior a la Primera Guerra Mundial, el propósito en que se inspira es preservar del olvido las experiencias del pasado, aniquiladas por el tiempo pero conservadas en la memoria inconsciente del narrador. Proust, en efecto, vive obsesionado por la huida irreparable del tiempo, por su implacable efecto destructor sobre las personas y las cosas. En La parte de Guermantes, tercer volumen de los siete que componen la monumental obra, presenciamos el ingreso del joven Marcel en el soñado mundo de la aristocracia. A la elegancia de los salones servirá de contrapunto fúnebre la sombra de la muerte. «Me has dicho a menudo que la extensión de las frases de Proust te extenúa. Pero espera a que regrese y te leeré esas interminables frases en voz alta: ¡cómo, inmediatamente, todo se organiza!, ¡cómo los diferentes planos se colocan!, ¡cómo se profundiza en el paisaje del pensamiento!» ANDRÉ GUIDE en su Carta a Angèle