Relatos completamente excepcionales en las letras inglesas dieciochescas, los CUENTOS JEROGLÍFICOS se distinguen del resto de la producción literaria de HORACE WALPOLE (1717-1797) por el protagonismo concedido a la fantasía y a las situaciones insólitas. Compuestos en 1772 para divertir a la niña Caroline Campbell, preceden en casi un siglo a «Alicia en el país de las maravillas» (BT 8003) de Lewis Carroll, y en ellos se descubre el mismo rechazo de la realidad y del orden establecido, como si se tratase en ambos casos de rendir homenaje a la imaginación turbulenta y anarquista de la infancia. Extravagantes y vertiginosos, estos cuentos se ofrecen en traducción de Luis Alberto de Cuenca, responsable asimismo del prólogo, de las notas y de un apéndice en el que se sitúa a Lord Walpole en la literatura de su tiempo