En la tierra que separa Liguria y Francia, un grupo de personajes se encuentra en las casas, en los senderos de las colinas, en los caminos y carreteras cercanos al mar. En la densa trama de sus palabras –como encantadas por la presencia de Veronique, que centra todo con su belleza melancólica– toma cuerpo el sentido profundo de una civilización que parece desvanecerse en la imagen de los objetos, de los árboles, de los colores, en un recuerdo de guerra combatida con dolor, mas como en un sueño. Una conversación suspendida en el abismo. En la oscuridad de la noche se agita un mundo clandestino regido por las leyes de la violencia y de la explotación: el universo del desesperado que irrumpe en Occidente como una ola oscura e imparable. Y esos personajes nocturnos se acaban encarnando en las figuras de un kurdo y de una muchacha que no conocen ninguna lengua europea. Se sentirán acogidos, protegidos, pero su destino ya está marcado. Biamonti nos relata un drama que está bien lejos de acabar, pero que nos incumbe a todos.