A comienzos del siglo XX, un influyente crítico de arte viaja desde Londres hasta la costa noroeste de Francia a fin de posar para un retrato que le hará un viejo amigo, un atormentado artista autoexiliado en una isla remota. Mientras le observa, el pintor recuerda sus años de amistad, el regalo envenenado del mecenazgo del crítico, su influencia e impasividad a la hora de encumbrar o destruir carreras. El equilibrio de poder que existe entre ambos se inclina drásticamente cuando el crítico, acostumbrado a dominar la situación, se convierte en sujeto pasivo. A medida que la personalidad de su modelo queda atrapada en el lienzo, el pintor va revelando por qué ha aceptado retratarle, por qué se marchó de Londres misteriosamente en pleno éxito, y qué oscura determinación le mueve a regresar ahora. El retrato saca a la luz las grandes figuras artísticas del final del siglo XIX, sus ambiciones y sus deseos, ambientando así una historia de traición, hipocresía, amor prohibido, venganza, suicidio y asesinato; una novela que apetece volver a leer nada más terminarla para apreciar en detalle el ingenio de un maestro del suspense como Iain Pears.