Publicada en 1942, la novedad de esta obra consistía en un argumento truculento, sórdido; abundante en escenas de violencia gratuita, narrado con un lenguaje que evoca el habla rural, pero al mismo tiempo muy cuidado. En realidad, la visión del mundo subyacente en esta obra no estaba muy lejos del existencialismo francés o del neorrealismo italiano. Pero a diferencia de los autores existencialistas, Cela optó por rehuir la ambientación contemporánea y recuperar la tradición realista española: la picaresca, el naturalismo, Pío Baroja y la novela social de los años treinta.