Mika hereda las marionetas de su abuelo, con las que entretiene a otros niños logrando que olviden las miserias del gueto de Varsovia. Para sobrevivir, pronto se verá obligado a hacerlo con los soldados y así sobrevive. Cuando se libera el gueto, las marionetas pasan a manos del soldado nazi Max y llegan con él a Siberia, salvándolo de la misma manera que lo hicieran con Mika. La nieta de Max heredará las marionetas después de la muerte de su padre. Años después las llevará a Nueva York, donde se encontrarán con Mika en su lecho de muerte.