Hay mitos culturales imperecederos, que ya por siempre acompañarán los pasos de la humanidad sobre este viejo planeta. Uno de ellos es el de Sherlock Holmes.
Pero, si no han de conocer nunca un fin, estos mitos tuvieron un principio. Es un Holmes joven -en esta obra aparecía por segunda vez de la mano de su creador, A. Conan Doyle -, y sus recursos, el que en El signo de los cuatro se enfrenta al mal, entrevenado aquí de sutiles elementos orientales que subrayan con su exotismo el clima de misterio, en las brumosas orillas del Támesis.
El lector juzgará el grado de éxito alcanzado por el sagaz detective en esta narración, donde se equilibran de forma magistral la introspección deductiva y la acción.