El autor resalta el optimismo que impregna la sociedad del siglo XVI, y que se refleja, más allá del esplendor cultural y del arte, en la denominada «recuperación» demográfica. Al análisis de los factores del cambio de tendencia le sigue el del Humanismo, el desarrollo filosófico y científico y las reformas religiosas. Asimismo, destaca el carácter internacional de la Europa de la época, con el intercambio de hombres, ideas, estilos artísticos, comercio y monedas, a pesar de los conflictos bélicos y de la quiebra de la unidad religiosa que supone la Reforma. Las ciudades italianas, los Países Bajos, Francia y otros focos del Renacimiento, el auge de nacionalismos agresivos y los orígenes del Estado moderno completan el cuadro de este período.