Tras la desaparición de sus creadores, Mr. Samuel Pickwick, la maravillada Alicia y Sherlock Holmes, tan virtuoso del violín como del análisis, quedaron repentinamente huérfanos. O acaso sería más exacto decir que nos dejaron huérfanos a sus seguidores. Alguien tenía que cruzar el umbral del espejo para rescatarlos de su silencio: porque allí estaban los tres notables apócrifos que el lector tiene ahora entre sus manos. Sólo quien conociera a fondo a estos tres personajes y su lengua, los amara sin fanatismo y poseyera una pluma y una sabiduría capaz de reflejarlos y convencernos, sólo él podía emprender la aventura de traducirlos: sólo podía ser Santiago Santerbás.