Máximo es un niño muy despierto que tropieza por todas partes. Día que pasa, día que vuelve del colegio con uno que otro chichón: ahora una puerta, ahora un bordillo, un árbol, un escalón...
Su madre se encarga de hacerle mimos para aliviar un poquito el dolor de tantos golpes y heridas.
Un buen día, los papás de Máximo deciden que ya va siendo hora de que lo vea un especialista de la vista.
La solución es muy sencilla: según el oculista, Máximo tiene que llevar gafas.
Desde ese momento la vida de Máximo cambia por completo: es feliz, lo ve todo al detalle, puede jugar con sus amigas, Catia y Patricia, que siempre han estado a su lado, aprenderá a leer... y recuperará un amigo perdido.