Alda tiene quince años y César dos más. Ella pertenece a la clase de los próceres de la pequeña ciudad donde viven. Él es hijo de un albañil y debe trabajar a la vez que estudia. Aquel verano viven su amor amenazado por los prejuicios de una sociedad retrógrada. Al final, don Lotario, un cacique local para quien César trabaja, conseguirá, tras colgarle el sambenito de ladrón, que el joven y su padre se vean obligados a marcharse.