Determinar los límites de lo que debe ser el campo de un libro de esta especie parece, de primera intención, un problema sencillo. La literatura española está ligada a la existencia de la lengua, que es su vehículo, y no puede hablarse con propiedad de aquélla hasta que ésta no se muestre constituida como una entidad suficientemente diferenciada de las demás, tanto de sus hermanas romances como del latín, tronco común de todas.
La aparición del castellano, como resultado que es de un prolongado proceso de evolución y desarrollo, no puede, por supuesto, situarse en un tiempo preciso. Mas para fijar el límite inicial de su literatura resultaba posible atenerse a datos bien concretos: hasta fechas muy recientes, la primera obra conservada, escrita en romance castellano, era el Poema de Mío Cid , perteneciente al siglo XII; y como su instrumento lingúístico, aunque muy imperfecto y rudo aún, está ya formado entonces con caracteres inequívocos, aquella obra y iglo se han venido aceptando como el comienzo seguro de la literatura castellana.