El origen de El tamaño del infierno es una voz común, popular, colectiva, cuyo carácter inquietante, cuyo poder de sugestión, proviene de su oralidad; el texto se organiza como un magma único, en el cual -sin embargo- se matizan las diferentes voces de una familia. Son voces que participan de una viveza y un dinamismo notables, que persiguen la identidad perdida que todos quieren recuperar, haciendo presente la aventura, la libertad, el carácter primario del héroe ausente. Así, la trama oral no sólo se ramifica y adquiere sucesivas derivaciones, sino que se convierte en un organismo inquietante que se concentra o se despereza, se atempera o estalla en agitada vitalidad. El monólogo heroico se pluraliza en la historia de una familia mexicana. Como Yáñez o Rulfo -sus dos antecedentes más ilustres-, Arturo Azuela también destaca la trágica vinculación a la tierra, a las raíces. La narración se contagía así de un aliento poético donde historia y leyenda son la misma cosa, donde magia y religión intercambian sus valores, dando una particular vitalidad a la prosa de un narrador original. Además, punto de vista y acción se hermanan y confunden en la palabra que los hace posibles: logro importante de un discurso narrativo inagurado con El tamaño del infierno.
Jorge Rodríguez Padrón