De todos es conocido el enorme talento de Edgar Allan Poe para hacernos vivir el terror irracional. Quizá sean menos los que saben que Poe fue el fundador de la literatura detectivesca, llevando la perfección literaria y la riqueza de estímulos imaginativos hasta un techo que otros (Chesterton o Doyle) rozarán sin abrirle brecha.
Es tópico imputar a Poe la tendencia a perderse en construcciones fantasiosas que reflejan su atormentado mundo interior, pero lo alejan de la realidad de un entorno que casi siempre le fue hostil. Sin embargo, las obras fantásticas o terroríficas de Poe tienen en común con sus obras detectivescas que el misterio siempre, de algún modo, se hace comprensible. En la literatura detectivesca, la razón es desafiada, acepta el desafío y vence; y es Poe, el presunto apóstol de lo irracional, el que idea esa fórmula literaria del triunfo de la razón y del hallazgo de lo real detrás de lo quimérico.