En la situación anglosajona existe la costumbre de mezclar categorias contrapuestas: sagrado y profano, racional y «metafísico», trágico y cómico, lógico y absurdo. Esta costumbre ha dado lugar al nacimiento de varias corrientes literarias entre las que se encuentra la popularmente denominada «ciencia-ficción». C.S. Lewis, uno de los más prestigiosos nombres de la cultura anglosajona, no fue ajeno a la tradición literaria a la que nos referimos. Sus tres novelas conocidas como «Trilogía espacial» o «Ciclo interplanetario» (Perelandra, Lejos del planeta silencioso, Esa horrible fuerza) son narraciones en las que la sugerente ciencia-ficción se mezcla con una ardiente «teología-ficción»; en todas ellas se representan y reavivan los viejos dramas humanos (responsabilidad, mal, culpa...) y las eternas cuestiones metafísicas. Perelandra, escrito en 1943, nos introduce, a través de una alegoría, al problema de la libertad del hombre frente al bien y al mal. Lewis escribía: «La existencia se parece más a un árbol que a un río. No se mueve hacia la unidad, y a medida que las criaturas crecen se separan de la perfección (...). El mal se puede eliminar pero no se puede `metamorfosear` en bien. El tiempo no lo puede mejorar». El bien y el mal, demasiado concretos y reales para para ser dos «principios» que luchan entre sí, son las dos posibilidades, las dos direcciones que puede tomar el camino del hombre. Una lo conduce hacia la plenitud de sí mismo, la otra lo aniquila.