Acrollam nos sumerge en una Mallorca rabiosamente actual: Mesquida despliega un muestrario espléndido de personajes de toda edad y condición: la mujer inmigrante que trabaja en un hotel, la esposa abandonada que se consuela delante de un espejo, el adolescente que corta con su novio por email, el traficante inmobiliario que quiere hacerse rico en poco tiempo, el fiscal que en lugar de luchar contra la corrupción come y cena con los corruptos...Mesquida describe la devastación del territorio balear en una dimensión más trágica, como si fuese la extinción de un paisaje interior: la especulación urbanística también mata a las personas, corrompe a sociedad y degrada su memoria y su verdad. Asistimos a un doble movimiento acelerado que nos introduce en la vida íntima de un personaje para abrirnos al mundo en su más grande amplitud. El escritor se muestra elegíaco y satírico, pero el trazo de la frase es siempre preciso, escrito con un pulso nítido y emocionado: con su ritmo vertiginoso la prosa de Mesquida casi nos obliga a contener la respiración mientras leemos. «Este es un libro maravilloso en el que he terminado por encontrar una letanía incesante de nombres, de listas algunas no imaginadas, como la que el autor encuentra en el centro de la isla en una revista abierta en doble página, donde puede verse a diversos famosos en vespa: Anthony Perkins, Luís Miguel Dominguín y Lucía Bosé, Alberto Sordi, Aldo Fabrizi... La letanía es interminable y la cierra con chispa Mesquida marchándose de improviso con la vespa del sueño y de la vida: «Aunque no te lo creas, he soñado con la camilla. Todo lo que estaba arriba cobraba vida». En estas dos frases está resumido perfectamente el trabajo de Mesquida con el lenguaje. Todo cuanto ve, todo cuanto arreplega (decimos en catalán), todo cuanto absorbe en su calidad de esponja inagotable, cobra vida afilándose, troceándose, reconstruyéndose, dando nuevas posibilidades -constantes- al lenguaje, a la palabra, a nuevas dicciones» (Enrique Vila-Matas, del prólogo).