Sátira, parodia, esperpento, cualquier definición de Rufo Rufones puede resultar ambigua y burlesca, pero a los protagonistas de la Historia no se les puede tratar como si fueran héroes que asumieron sacrificios impuestos, sino más bien como ambiciosos impulsivos que se elevaron sobre los demás en periodos de crisis o de grandes convulsiones como guerras y revoluciones.
Nuestro héroe, Rufo Rufones, el llamado Hombre Providencial, que se apoderó de los destinos de un pueblo sediento de pan y de justicia y lo revolcó en sangre y lo sometió durante casi medio siglo a un sistema férreo de dominación y vasallaje, merece todo lo que se ha dicho de él, lo que han dicho sus sumisos hagiógrafos y aduladores, beneficiarios de privilegios y honores, y los que sotto voce pregonaban los vencidos y esclavizados. Nadie niega a estas alturas que Rufo Rufones es un visionario que desde la infancia alimentó sueños de grandeza que, paso a paso, en la guerra y en la paz, se fue haciendo para desempeñar el papel de salvador primero, cirujano de hierro después y finalmente hombre providencial al que Dios y la Historia le convertían en símbolo de un país que pugnaba por salir de la decadencia e incorporarse a las corrientes más dinámicas del progreso y la justicia social. Naturalmente, la corriente progresista chocó con el tradicionalismo de las grandes familias que se resistían a cambiar. En este choque surgió Rufo Rufones con su leyenda de guerrero africano y puso su espada y su prestigio a disposición de los grandes poseedores que se enfrentaban con una República empantanada en ideologías contradictorias que no acertaban en el ritmo de los cambios y reformas para superar la postración. El milagro de Rufo Rufones fue jugar de nuevo la carta del imperio... ahora del imperio hacia Dios.