En cuanto a nuestra historia, hay que volver a interrogarla de un extremo a otro para entender por qué esa diferencia sexual no ha tenido su oportunidad. Ni empírica ni trascendental. Por qué le ha faltado una ética propia, una estética, una lógica, una religión, la realización macro- y microcósmica de su emergencia o de su destino.
Sin duda tiene que ver con la disociación del cuerpo y el alma, de la sexualidad y la espiritualidad, con la falta de pasaje del espíritu, del dios, entre lo interior y lo exterior, lo exterior y lo interior, y su repartición entre los sexos en el acto sexual. Todo está construido para que esas realidades permanezcan separadas, incluso opuestas. Para que no se alíen, no se mezclen, no casen.
Obra fundamental publicada en 1984, Ética de la diferencia sexual de Luce Irigaray puede leerse por primera vez en traducción española, con un esclarecedor prólogo de Fina Birulés y Àngela Lorena Fuster Peiró.