«Este equilibrio sobrehumano es lo primero que sorprende al lector de Guerra y paz. Este equilibrio sutil, cuyo secreto escapa a todo análisis formal, permite que la narración fluctúe continuamente, que pase de un salón a un campo de batalla, de un diálogo íntimo a un plan de regeneración nacional, de una reflexión filosófica a una carga de caballería, de una reunión del Alto Estado Mayor francés al lecho de un moribundo, sin transiciones bruscas, sin forzar el estilo y sin necesidad de explicación ni artificio.»De la introducción de Eduardo Mendoza